lunes, 14 de diciembre de 2009

La naturaleza de las crisis capitalistas

Marx nunca perdió de vista el problema de la crisis, aunque en ninguno de sus escritos se encuentra nada que se aproxime a un análisis completo o sistemático de esta materia.
Para él la crisis real puede explicarse sólo por el movimiento real de la producción capitalista, de la competencia y del crédito. Por esto último entendía toda estructura de organización de los mercados y el mecanismo financiero que hace a la economía real mucho más complicada que los sistemas tipo analizados en el capital.
Una moneda, o un medio de circulación más o menos estable, es un rasgo necesario de una sociedad que ha avanzado más allá de la etapa del trueque ocasional. En tanto que la forma de transacción de trueque es M-M, en condiciones de la producción de mercancías desarrollada la forma de cambio se convierte en M-D-M. Así se ahorra tiempo y resulta posible la verdadera especialización, que es la base de la productividad incrementada.
Pero este tipo de producción lleva consigo la posibilidad de una crisis que sería inconcebible en una economía más simple. Esta crisis se produciría por una interrupción en el proceso de la circulación, que está condicionado por la separación de la compra y la venta. Es entonces cuando coinciden existencias de mercancías invendibles y necesidades insatisfechas, ya que cada productor ha producido más de lo que puede vender. Por tanto, esta crisis será una crisis de sobreproducción, aunque esta no será la causa de la crisis sino su resultado. Si averiguamos por qué A vendió y no pudo comprar, habremos descubierto la causa de la crisis. El atesoramiento es una explicación concebible de una crisis de este tipo, si bien es sabido que como un fin en sí mismo es mucho más común en condiciones próximas a la producción simple de mercancías, que en sociedades más avanzadas.
Los teoremas elaborados a base de suposiciones implícitas de producción simple de mercancías fueron con frecuencia generalizados y aplicados erróneamente a la producción capitalista. Una muestra de esto es la “Ley de los mercados de Say”, que sostiene que a una venta sigue invariablemente una compra por igual cantidad, es decir, que la circulación M-D-M no puede interrumpirse, y por tanto no puede haber crisis ni sobreproducción, algo que no es cierto para todas las circunstancias.
En realidad uno no está obligado a comprar sólo porque ha vendido, y además la venta está separada en el espacio y en el tiempo. Cuando se dice que M-D-M contiene la posibilidad de crisis, se está diciendo que en esta forma misma reside la posibilidad de división y separación de operaciones esencialmente complementarias.
Pero esta forma de circulación M-D-M, característica de la producción simple de mercancías, se convierte bajo el capitalismo en D-M-D’.
En M-D-M existe un valor de cambio, la M al comienzo y la M al final son idénticas; y también un valor de uso, en tanto que la primera M no tiene ningún valor de uso para su productor pero la segunda M la desea porque su valor de uso es mayor para él. Así el propósito del cambio es la adquisición de valor de uso y no un aumento del valor de cambio.
En cambio, en D-M-D’ es completamente diferente. El capitalista inicia su carrera con dinero (D), lanza este a la circulación a cambio de fuerza de trabajo y medios de producción (C), y después de cumplido el proceso de producción reaparece en el mercado con mercancías que transforma de nuevo en dinero (D’), dinero que vuelve a ser metido posteriormente otra vez en circulación. En este caso tanto la D al principio como la D’ al final representan valor de cambio, pero ninguna de ellas posee valor de uso.
El capitalismo es producción para obtener ganancia, y es esto lo que explica por qué es peculiarmente susceptible a las crisis y a la sobreproducción.
Lo que interesa al capitalista es elevar al máximo su tasa de la ganancia, que es el objetivo inmediato que tiene delante cuando aventura su capital en la producción. Pero en lo que concierne a la posibilidad formal de la crisis, no hay diferencia entre la producción simple de mercancías y el capitalismo. También aquí cualquier interrupción en el proceso de circulación, cualquier retención del poder de compra respecto del mercado, puede iniciar una contracción en el proceso de circulación, que dará origen a una sobreproducción y que se reflejará en un descenso de la producción.
Está claro que si le ocurre algo al incremento del dinero, el capitalista reconsiderará inmediatamente la conveniencia de lanzar su dinero a la circulación. Tan pronto descienda la tasa de la ganancia por debajo del nivel ordinario, comenzará una reducción de las operaciones de los capitalistas, esperando la vuelta de condiciones más favorables, rompiendo así la continuidad del proceso de la circulación y precipitándose la crisis.
Cada capitalista individual tiene que escoger entre dos líneas de acción alternativas: devolver un capital a la circulación o conservarlo en su forma de dinero. Pero a la larga, si quiere continuar siendo un capitalista, antes o después tendrá que reinvertir su capital.

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